Flores de otro mundo: Bollaín descubre las flores de la vida

Flores de otro mundo | Icíar Bollaín hace cine. No Cine con mayúsculas, no, sino simplemente cine: lo demás es otra cosa. Ya Hola, ¿estás sola? anticipaba la formación progresiva de un estilo que, lejos de zarandajas artificiosas y con la sencillez como piedra angular, se limita a proyectar retazos de vida, cosas que les suceden a personas con cara y ojos. Nada menos.

Flores de otro mundo colma con creces las expectativas creadas. Es de esas películas, escasas como todo lo que merece la pena, que transforman al espectador. Porque éste, milagrosamente, reconoce en pantalla a unos personajes, pese a no haberlos visto antes, y comparte el pálpito de la vida, un latido que se intuye trascendente y se siente vibrar. 106 minutos de esa emoción no pueden dejar indiferente a nadie con un mínimo de sensibilidad.

Un autobús llega a un pueblo perdido de los llamados de la España profunda. Perseguido desde la entrada por un cortejo de niños enardecidos por la novedad, el autobús para en la plaza principal y de él desciende un grupo de mujeres de la más diversa condición. El viaje ha sido organizado desde el Ayuntamiento para socorrer las necesidades matrimoniales de los solteros del pueblo. Se suceden las estampas más o menos esperables y siempre bien resueltas, en su mayoría cómicas. A través de ellas, la mano sabia de la directora va entreverando las presentaciones de los protagonistas y del ámbito rural sobre el que se desenvolverán.

Establecido, con sencilla desenvoltura y claridad, el punto de partida, comienza el baile. Porque Bollaín ha diseñado para esta película un entramado de historias que avanzan y retroceden y se mezclan entre sí con la gracia y la sutileza de la danza. En este caso, además, los actores son excelentes bailarines. Una dominicana se casa con uno del pueblo para adquirir la nacionalidad española y cuidar de sus dos hijos. Sin embargo, el amor no tarda en surgir cuando descubre en su marido un hombre bueno, que la respeta. En contra, su suegra no es capaz de aceptar las diferencias de culturas de los esposos. Un viejo lobo solitario y cargado de cinismo (magnífico José Sancho) se trae de Cuba a una despampanante mulata, que no conseguirá adaptarse a la sobriedad casi desértica de su nuevo hogar. Finalmente, un maduro y alegre agricultor se enamora de una enfermera que vive en Bilbao. Aunque el romanticismo y la pasión tiñen sus encuentros, ninguno de los dos se atreve a dejar su forma de vida para adaptarse a la del otro.

Tres historias que hacen girar la trama alrededor de los sentimientos que desatan los problemas de la inmigración, el choque de culturas y el mundo rural. Lejos del grito fácil y plano del cine de denuncia, Bollaín explora estos universos desde el único punto de vista que realmente vale la pena: el de las personas que viven en ellos. De la directora han dicho que lo mejor de su estilo es la «transparencia». En Flores de otro mundo, los personajes van urdiendo sus redes de soledades, complicidades, intimidades y desencuentros con una naturalidad pasmosa. Quizás la transparencia no es sino el pudor de una artista sensible: silencio, se vive.

Ficha Técnica

  • País: España 
  • Fotografía: Teo Delgado 
  • Montaje: Ángel Hernández Zoido
  • Música: Pascal Gaigne
  • Duración: 100 minutos
  • Público adecuado: Adultos
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