Sexo en Nueva York 2

Sexo en Nueva York 2: Carrie y sus amigas, dos años después

Dos años después de arrasar en las taquillas internacionales, donde consiguieron más de 400 millones de dólares (muchos millones para un producto tan mediocre), vuelven Sarah Jessica Parker y sus amigas. Han pasado dos años y «las chicas» han crecido, o no tanto. Carrie está a punto de celebrar su segundo aniversario de matrimonio con el miedo de haberse convertido en una pareja rutinaria y el deseo de «mantener la chispa»; Miranda está viviendo una segunda luna de miel después de perdonar a su marido una infidelidad, pero está teniendo problemas en su trabajo; Charlotte trata de sobrevivir a la crianza de sus dos hijas y Samantha sigue siendo la misma obsexionada de siempre (su personaje da lugar a dos breves escenitas porno). Para olvidar sus problemas, deciden hacer un viaje por todo lo alto al desierto de Abu Dhabi y vivir de cerca el lujo asiático.

Detallar el argumento en este tipo de películas que no merecen ni la inversión de tiempo (¡140 minutos!) ni de dinero, suele ser útil. Es un dato, no el único, de que la única justificación de Sexo en Nueva York 2 es convertirse en una pasarela de modelitos y marcas. Mientras la cinta se mueve en la órbita del esperpento (por ejemplo en la escena de arranque con la cursi boda gay) la cosa se soporta más o menos, según lo simpáticas o antipáticas que te caigan las actrices.

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El problema es que hay ratos que la cosa se pone solemne, que se empieza a hablar de la situación de la mujer o de las relaciones de pareja y hasta puede que, por despiste, alguien diga una línea de diálogo sensata. Pero un par de líneas no salvan un producto de realización televisiva, un capítulo más estirado que una actriz adicta al botox y unos personajes tan histéricos que hacen que, mientras dura la película, una desee ardientemente haber nacido hombre.

Lo mejor: Algunos zapatos de las protagonistas.

Lo peor: Que quizás tengamos una tercera parte.